Acabo de regresar de mis vacaciones, en las que he
aprovechado para volver a mi Málaga natal. En cuanto llegué a mi casa española me
encontré con una carta del Instituto de Estadística de la Junta de Andalucía
que me dio que pensar. Resulta que hablaba sobre mi inclusión en no sé qué
archivo de agentes estadísticos.
Necesité unos cuantos minutos para darme cuenta de que se refería al periodo en
que trabajé como encuestador para la
Junta, porque era eso lo que hacía, encuestas, aunque el nombre eufemístico de
la profesión no lo deje muy claro.
Este episodio me ha hecho reflexionar, más allá del uso de
los eufemismos en todos los ámbitos de nuestra vida –por cierto os recomiendo
este artículo de Joan Busquet sobre este tema– en su uso en el ámbito de las
profesiones y en cómo enseñamos los nombres de las profesiones a nuestros
alumnos y cuándo lo hacemos.
Siguiendo el MCER y el Plan Curricular del Cervantes, así
como los manuales adaptados a estos documentos, solemos trabajar con las
profesiones en el nivel A1, evidentemente con los nombres clásicos y simples,
por decirlo de alguna forma. Si volvemos al ejemplo anterior, si tuviéramos que
enseñar a un alumno de ese nivel cómo se llama la persona que trabaja haciendo
encuestas, seguramente le diremos que se llama encuestador, y no agente
estadístico. Al igual que al auxiliar
de vuelo lo llamamos azafato o al
auxiliar de enfermería de toda la
vida ha sido el enfermero a secas.
¿Por qué no trabajar con estas otras denominaciones en
niveles superiores? Por ejemplo, haciendo que los alumnos se inventen nuevos
nombres para las profesiones que ya conocen, tomando como referencia el auxiliar de o el agente de. Puede ser una buena actividad para repasar el
vocabulario que ya conocen y trabajar la creatividad dando rienda suelta a la
imaginación. Seguro que salen a la luz cosas muy curiosas y divertidas.
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