No sé si es un síndrome en sí pero últimamente empiezo a convencerme de que es algo crónico. Me refiero a esa obsesión que solemos desarrollar no pocos profesores de idiomas y que consiste en una especie de síndrome de Diógenes aplicado a la enseñanza. O lo que es lo mismo, recolectar cualquier cosa que caiga en nuestras manos porque creemos que nos puede servir para usarlo en clase.
No recuerdo cuándo empecé a desarrollarlo, pero no hay día que no guarde algo “por si acaso”: noticias de periódicos para debatir en clase, textos para trabajar diferentes temas o argumentos gramaticales y, lo que más me gusta, juegos. Cada vez que me reúno con amigos en alguna casa y acabamos jugando a algo me apunto el juego para aplicarlo de alguna forma en clase. Y es que la inspiración te puede llegar en cualquier momento y situación, lo que no tengo tan claro es dónde acabaré almacenando tanto fruto de la inspiración. Eso sí, mientras siga teniendo espacio, seguiré dando rienda suelta a mi “síndrome”, que me saca de muchos apuros a la hora de preparar las clases y es un vicio muy sano y muy útil.